Nunca en lo que va del siglo, ni en el siglo pasado, un presidente de Estados Unidos demostró tanta incapacidad como la que exhibe Donald Trump para enfrentar un momento histórico. Roosevelt decidió entrar en la Segunda Guerra, Truman desató la era nuclear, Eisenhower amparó a los segregados estudiantes negros de Arkansas, Kennedy corrió el riesgo de una guerra nuclear con la URSS, Johnson se empantanó en Vietnam y renunció a ser reelecto, Nixon abrió el mundo a China y se hundió en la corrupción, Reagan inició una revolución conservadora y se cargó el Muro de Berlín, los Bush, padre e hijo, encararon la Guerra del Golfo los atentados a las Torres Gemelas y la guerra con Irak, Clinton se metió en la guerra en Yugoslavia y forzó un acuerdo de paz en Medio Oriente, Obama reanudó relaciones con Cuba y liquidó a Osama Bin Laden. Nunca como hoy, la sociedad americana había resultado tan herida. Trump desestimó la pandemia, enarboló un discurso violento contra los medios y sus opositores, habilitó el auge del racismo, dividió a una sociedad amenazada por el colapso económico y la semana pasada reprimió las marchas de protesta contra su política. Por las dudas, quiere suspender las elecciones de noviembre. No le falta nada.